Santa Cruz de Mompóx Parte III
- Perros Enrejados y Cementerios -
Recorrido por un pueblo que inspiró el realismo mágico colombiano
Cierro mi viaje a Mompóx tras las rejas, tanto para los seres vivos como para los que no están más con nosotros.
Cuando paseo por las calles, siempre ando pendiente de cada detalle. Es un placer para mí y me saca de mi mundo interno. En mis breves caminatas por las empolvadas calles momposinas, no dejaba de notar que yo no era el que miraba, ahora me miraban a mí. Eran los perros en las ventanas.
Me percaté que los sistemas de alarma del pueblo son las mismas mascotas caninas que para huir del calor casero se escapan a las ventanas enrejadas, respirando algo de aire fresco y de paso cuidando las puertas de sus dueños. Es un hábito común, y me tope con unos especímenes relajados, y otros no tan relajados.
En otra parte del pueblo, también sentí miradas, pero esta vez no supe quien me observaba. Lo que ocurría es que me miraban desde otra vida, desde el más allá, ya que me encontraba en el roído cementerio de Mompóx, donde confina la vida con la eternidad. Infaltable era la parada a aquel sitio pequeño pero denso, donde en cada lápida se relata algo de la vida de quien la habita en muerte. Ellos están presos bajo sus propias rejas.
Y hablando de rejas, siendo un pueblo de herreros y filigranas, mi ojo instintivamente era atraído por el arte en las ventanas (en especial cuando no habían perros). Las rejas, que algunas pueden tener mas de cien años, tienen su propia personalidad, o la del dueño que las mandó a realizar. Dobladas, sencillas, con nombres, elegantes, o sin gusto, hay rejas de todo tipo. Si tuviera una casa en Mompóx, por gusto enrejaría mis ventanas a mi propio estilo.
Con esta tercera parte termino de enseñar algo de mis fotos de mi primer viaje a Santa Cruz de Mompóx, y por esas imágenes es que comprobé que sí existe, por lo menos en imágenes en mi cabeza.
